jueves, 24 de julio de 2008

Entre hombres te veas


Esperaba ese taller porque pensaba que cuestionaría los límites de la masculinidad; que, de alguna manera, nos permitiría tomar conciencia de cuán atrapados estamos en las fronteras arbitrariamente establecidas de lo que significa “ser hombre” y que, a partir de esto, se propondrían maneras creativas de ser uno mismo. ¿Por qué no esperar eso si se llamaba Exploración de la Masculinidad? Pronto supe que nada de esto pasaría; en la ronda inicial, comente que me interesaba deconstruir la noción de masculinidad. Los facilitadores, ambos psicólogos, me miraron como a bicho raro y no precisamente porque no conocieran los términos que usaba sino porque, en absoluto, se proponían cuestionar el género que los había improntado.

Así comenzamos nuestro paseo caricaturesco. Nos pusimos a caminar por el salón, mirándonos. Incómodo, los hombres no hacemos eso. Luego nos pidieron que nos sacáramos la camisa. Relax, eso sí lo hacemos; que nos vean la panza, los pelos en el pecho... Seguimos caminando, soltando el cuerpo. Después los facilitadores lanzaron unos tubos de pintura al centro del salón. Nos pidieron que pintáramos unos a otros, como compañeros que van a la guerra. Acto seguido, y al son de la percusión, debíamos sacar a nuestro troglodita interno. Saltamos, berreáramos y pelamos los dientes. Absurdo, ni siquiera mis tíos hacen eso. Agotados, nos pidieron que nos detuviéramos y que cerráramos los ojos. Nos hicieron extender nuestras manos, les pusieron crema y nos fueron acercando para que palpáramos las manos de los otros participantes. Extraño, muy extraño. Terminamos el ejercicio limpiándonos unos a otros con pañuelos húmedos, al son de una música suave. Ridículamente agradable.


El taller cerr
ó con los comentarios de los asistentes y de los facilitadores, quienes contaron su experiencia con otros grupos como estos. Yo salí con la sensación de haber pasado un rato divertido, y ya. No hubo mayor trascendencia porque nunca nos aventuramos a terrenos desconocidos. Es una lastima. ¡Hay tanto por fuera de la imagen de cavernícola sensible que quisieron vendernos! Los psicoterapeutas deberían saber que su oficio, como el arte, tiene como máxima la amoralidad.

2 comentarios:

Ángeles Navarro dijo...

jajajajajaja...Abrí tú nuevo blog y estaba esta imagen, me dio demasiada risa...P.D: aun no he leido nada, pero pase a saludar

cR dijo...

Gracias Caramelo. Jejejejeje. No ese no soy yo. No había caído en cuenta del detalle hasta que leí tu comentario. Bueno espero te guste el escrito. Un beso. Ahhhhh! creo que me voy a comprar unos Camper! Los de hombre también son arrechísimos.