miércoles, 6 de agosto de 2008

Hombres, mujeres y la exploracion del sexo dentro del mismo sexo


Bourdieu plantea, con toda razón, que las mujeres han estado sometidas a la dominación masculina. Esta idea debe tomarse con cautela, en la medida en que, puesta de este modo tan general, hace pensar que este dominio se extiende a todo su ser. Sin embargo, hasta casi el final del siglo XIX, el control se centró en los cuerpos de las mujeres, sin tomar en cuenta sus sentimientos y algunos de sus deseos sexuales. Cosa curiosa, entonces, la medicalización del cuerpo femenino corrió a la par de la libertad homoerótica.

Fue con Freud que los hombres tomaron conciencia de los deseos truncados de las mujeres y de como aquellos dirigidos a los hombres, especialmente al padre, se reprimían y retornaban bajo la forma de síntomas psicológicos. Lo que siempre quedo fuera de todo análisis, y de las leyes contra la sodomía que se aplicaban con rigor a los hombres, fueron los deseos sexuales hacia el mismo sexo. De manera que para la sociedad era invisible el vínculo erótico de ciertas amigas (como los personajes de The Bostonians, la novela de Henry James). Esto continua, y es mas fácil que sospechemos de Batman & Robin que de Laverne & Shirley.

Por el contrario, la historia para los hombres, esos supuestos ciudadanos libres de la polis, fue mas severa en la medida en la que no solo era el control del cuerpo sino, especialmente, el control de los deseos sexuales hacia los de su mismo sexo. Precisamente por esto, el mundo de los hombres que tienen sexo con otros hombres, ese universo paralelo que es casi del tamaño de la sociedad entera, ha emergido como un submundo oscuro y sórdido, crecido en sus grietas, por lo general carente de amor y saturado de orgasmos que se inscriben en una idea del sexo como mecánico. Un ejemplo de esto, mas o menos conocido por todos, es la situación de los personajes de la película Brokeback Mountain.

Aparece así una paradoja contemporánea, que las supuestas dominadas tienen mas libertad sexual que los libres, quienes se encuentran presos, y aparentemente conformes, con los límites impuestos por su propio género. Y hay que decir aparentemente conformes porque los actos de resistencia cotidianos se ven por doquier; cuando en un urinario alguien expone su miembro "porque siempre hay un marico que quiere ver", cuando un hombre dice que no es marico porque penetra a otro sin dejarse penetrar, cuando le hace sexo oral a otro hombre pero aclara que no es homosexual, cuando necesita emborracharse para permitirse lo que de otro modo no aceptaría...

Llegamos así a finales del siglo XX, cuando el feminismo sirvió de plataforma de lanzamiento para el lesbianismo. Unas décadas mas tarde, y como reacción a la presencia de las mujeres, los hombres empezaron a pensarse a si mismos, aunque no para deconstruirse sino para reforzar las murallas sociales y los diques psíquicos que mantienen su libido bien contenida (y sus asaltos bien desconectados de la conciencia). "Que no nos cuestionen, nosotros sabemos muy bien en que consiste ser hombre" parecen decir. Tantos años de represión han hecho que aprendiéramos bien la lección, al menos esto es lo que se deduce al escuchar a los defensores de la "masculinidad".

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